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La garrafa que explotó en Buenos Aires
Un auto insólito, un piloto de sangre caliente y una carrera marcada por el caos: así nació la leyenda de la “Garrafa”, el Bergantín-Chevrolet que hizo historia en el Turismo Carretera.
La historia del automovilismo argentino está llena de hazañas mecánicas y gestas heroicas, pero pocas como la vivida aquel día 16 de Julio de 1967 en el Autódromo de Buenos Aires, cuando un auto apodado por el público como “La Garrafa” se alzó con una victoria inolvidable.
Creado por los hermanos Bellavigna sobre la base de un Alfa Romeo Bergantín motorizado con un Chevrolet, el singular vehículo llamó la atención desde su aparición. Su forma poco convencional, su color celeste brillante y una publicidad llamativa evocaban la imagen de una garrafa de gas, y así quedó bautizado por la tribuna, con esa creatividad tan típica del público fierrero.
Al volante, el talentoso y temperamental Andrea Vianini, quien supo aprovechar el potencial del nuevo auto desde la clasificación: marcó el segundo mejor tiempo, apenas a 6 décimas del favorito Copello, quien lideraba con su Torino oficial de la CGT.
El fin de semana se desarrolló con tres series preliminares cargadas de emoción:
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Atilio Viale del Carril, al mando del Prototipo Ford, se quedó con la primera.
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Vianini ganó la segunda, superando a Peduzzi y dejando en claro que la “Garrafa” no era solo una rareza visual.
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Cupeiro triunfó en la tercera con el poderoso Chevytú, seguido por una manada de Torinos liderados por Gradassi.
La final prometía ser antológica. El público colmaba las tribunas, el clima era de fiesta… hasta que la tragedia rozó la pista. Al momento de la largada, el auto de Julio Devoto quedó detenido en medio del asfalto. Los punteros lograron esquivarlo, pero el pelotón no corrió la misma suerte. Lo que siguió fue una carambola espectacular, con múltiples vehículos involucrados. Por fortuna, no hubo que lamentar víctimas. La carrera fue detenida y, tras una pausa tensa, se relanzó con un parque diezmado.
Con menos autos pero la misma adrenalina, la competencia retomó su ritmo. Gradassi tomó la punta, pero no por mucho tiempo: Vianini, con autoridad y coraje, lo superó para no soltar más el liderazgo. Así, cruzó la meta como ganador, desatando la ovación de un público que ya lo veía como un ídolo.
La “Garrafa” había nacido para ganar. En su debut, no solo venció a rivales poderosos, sino que también superó el caos, el miedo y las dudas. Un auto insólito, sí, pero efectivo. Una máquina que entró directo en la leyenda del TC.
Fuente: Historia TC
