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Roberto Mouras: 30 años del día que nos aturdió el silencio

Se cumplen 30 años del pase a la inmortalidad de uno de los más grandes referentes del TC, Roberto Mouras, y se fue ganando como era su costumbre.

Roberto Mouras: 30 años del día que nos aturdió el silencio
Roberto Mouras: 30 años del día que nos aturdió el silencio

Un día como hoy, pero en 1992, se escribía una de las páginas más tristes del automovilísmo argentino.

Ese domingo caluroso de noviembre, verdaderamente, me hubiese gustado estar en otro lado y no en Lobos.

Ubicado en el puente de la ruta 205 y uno de los accesos a la Ciudad, cubría para la radio aquella carrera del TC que entraba en su fase final del campeonato.

Tres pilotos se perfilaban como grandes candidatos; el "Puma" Oscar Aventín con su Ford rojo y negro, Juan Manuel Landa con su Dodge amarillo y Roberto Mouras, el gran ídolo del Chevrolet, con la coupé azul y blanca n° 9, en un año donde había tenido varios despistes como en San Lorenzo y Nueve de Julio.

Pero ese día en Lobos la fatalidad decidió meterse en el camino. Una puñalada del destino que hoy todavía ha dejado una herida que no sangra pero que no cierra todavía.

El "Toro" de Carlos Casares decididamente tenía en su cabeza la gran posibilidad de lograr el tetracampeonato, había ganado tres consecutivos con Dodge,  y el primero con la marca de sus amores, Chevrolet.

Con la tranquilidad que lo caracterizaba, Mouras, llegó a los boxes recibiendo gritos de aliento y ovación que respondía tenuemente con una sonrisa o levantando tímidamente su mano. Ya instalado al lado de su máquina conversaba con su amigo y preparador Jorge Pedersoli, atendía a la prensa y firmaba autógrafos hasta que su acompañante, el fiel, Amadeo Huevo González, le dijo que era el momento de ir hacia la pista.

Mouras ganó con autoridad la primera serie, con sus rivales de campeonato andando regularmente y con dos que se intercalaban para dar batalla en la final como el legendario "Chino" Eduardo Rodríguez Canedo con Chevrolet y el "Chueco" José María Romero con la Dodge.

Llegaba el mediodía y se largaba la gran final. Los aviones trasmisores sobrevolaban el circuito rutero de Lobos y las radios ya comenzaban a emocionar con sus relatos.

Mouras según sus allegados ya tenía en mente que debía ganar o ganar para llegar a la última fecha puntero del campeonato y firme en sus pretenciones de Campeón.

También apodado "El Principe" de Carlos Casares, ciudad que le dio la identidad porque en realidad había nacido en Moctezuma una localidad cercana,  se lo tomó en serio y volaba por la ruta 205, haciendo enloquecer a la parcialidad del "Chivo", que veían que su sueño se estaba haciendo realidad.

Pero para sorpresa de muchos el "Chueco" de Olavarría también andaba muy rápido, lo traía a rienda corta y le peleaba la punta de la carrera para ponerle un toque más de intensidad y suspenso a la mañana del domingo.

Recuerdo perfectamente la imágen que asomaba, con las dos trompas blancas con la misma publicidad, "Plasticor",  por la ruta 205 llegando al cambio de mano. Mouras y Romero a la par a fondo.

La dodge blanca parece sarcarle un centímetro al Chevrolet  y a mi me salió del alma pegar el grito, pensando en que Romero pasaría a Moura : "se pegó Mouras, se pegó Mouras, voló el Chevrolet!!!, voy a ver que pasó!!".

Mouras se cruzó de mano, pasó por delante del "Chueco" e impacto a más de 200 km/h contra un maldito talúd que protejía a una columna y al público. El Chevrolet azul y blanco n° 9 dio una voltereta luego de desarmar un montículo de tierra y quedó sobre la ruta en contramano, mirando hacia Roque Pérez.

Salímos corriendo junto a Daniel González Rouco, por la banquina mientras los autos nos cascoteaban los talones.

Cuando llegamos vimos como subían raudamente al acompañante, Amadeo "Huevo" González en la ambulancia. Ingenuamente y pensando que Roberto no tenía nada, ya que el auto del lado derecho no parecía muy golpeado, pregunté a un policía:

¿Dónde está Mouras?, respuesta: Ahi!!! y me señaló el auto. Di la vuelta y me asomé por el lado del conductor y ahi me di cuenta de la gravedad de la situación.

Presenetí que Mouras había muerto. Tomé su mano y no encontré su pulso. Colaboramos con sacarlo del auto. Lo vimos tendido en el piso. Recuerdo que ante este panorama desalentador solo dije al aire. "Imaginense lo peor".

La confirmación oficial llegó un par de minutos después cuando llegaba al hospital de Lobos.

"Murió" Roberto Mouras. El silencio que se hizo en el circuito fue tan grande que me aturdió, nos perforó los timpanos, nos atravesó el corazón.

Ese día lloramos todos. El público, hasta los fanáticos de Ford, colegas, mecánicos, a pilotos, sin poder creer que el gran Roberto Mouras, que parecía inmortal, se había ido para siempre.

La dura historia dirá que aquel 22 de noviembre de 1992 se nos fue el Toro Mouras. Yo diría que aquel día con su victoria número 50 en el historial de su amado TC, el "mito se convirtió en leyenda".

 

 

 

 

 

 

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