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La nueva batalla por los datos de salud: el negocio invisible del cuerpo

Más de 300 millones de usuarios en América Latina utilizan relojes inteligentes, apps deportivas y dispositivos conectados que registran signos vitales, sueño y actividad física. Esa información, cada vez más precisa y sensible, queda en manos de empresas privadas con marcos regulatorios incompletos. ¿Quién controla los datos del cuerpo y con qué fines?

La nueva batalla por los datos de salud: el negocio invisible del cuerpo
La nueva batalla por los datos de salud: el negocio invisible del cuerpo

Una mina de información biométrica

El mercado global de health tech mueve cifras históricas. Según la consultora Statista, los dispositivos wearables superaron los 1.200 millones de unidades vendidas en 2024, y su uso crece especialmente en países emergentes. En la región, datos de GSMA indican que el 56% de los adultos utiliza al menos una aplicación vinculada a salud o ejercicio, desde monitoreo cardíaco hasta conteo de pasos.

Pero la novedad ya no es solo medir. Los relojes inteligentes actuales registran ritmo cardíaco, oxígeno en sangre, estrés, temperatura corporal y patrones de sueño, lo que convierte esos datos en una radiografía diaria del estado físico y emocional de una persona. Y allí aparece la pregunta central: ¿quién almacena esta información?

Según un informe de la Fundación Karisma (2024), el 80% de las apps de salud analizadas en América Latina comparte datos con terceros, ya sea para publicidad, analítica o servicios asociados.


Plataformas privadas, reglas difusas

La mayor parte de estos datos no queda en manos del sistema de salud público, sino en servidores de compañías tecnológicas, aseguradoras o startups. Apple, Google, Samsung, Meta y Garmin gestionan ecosistemas que integran millones de perfiles biométricos. En algunos casos, estos datos se combinan con geolocalización, historial de compras y actividad en redes sociales.

El problema es que en muchos países latinoamericanos esta información no está regulada como dato sanitario, sino como dato personal general. Salvo excepciones, como Brasil con su Ley General de Protección de Datos (LGPD), la región carece de normas específicas que obliguen a informar con claridad cómo se almacenan, por cuánto tiempo y con qué fines se usan los datos biométricos.

Un estudio de la UNESCO (2023) alertó que el 45% de las políticas de privacidad de apps de salud no aclaraba si los datos podían ser vendidos o transferidos a terceros.


Aumenta el uso de las aplicaciones de salud - App Marketing News

Riesgos emergentes: del seguro al empleo

Si bien los fabricantes aseguran que la información se utiliza para mejorar servicios, los riesgos son reales. En Estados Unidos, varias aseguradoras ofrecen planes con descuentos a cambio de compartir datos de actividad física. Organizaciones de derechos digitales advierten que esto puede derivar en discriminación algorítmica: mejores condiciones para quienes cumplen métricas, penalizaciones para quienes no.

En Argentina, Chile y México ya hay bancos y aseguradoras explorando modelos basados en datos biométricos, según la Cepal. También preocupa el uso laboral: empresas que monitorean sueño o estrés para evaluar productividad. La línea entre bienestar y vigilancia es cada vez más delgada.

A esto se suma el riesgo de seguridad. En 2023, un hackeo a la red de hospitales de Brasil expuso datos médicos de más de 16 millones de personas, mostrando que incluso sistemas formalmente protegidos pueden ser vulnerables.


¿Quién debe decidir?

Expertos coinciden en que los datos de salud deberían ser considerados información sensible por ley, con estándares estrictos de consentimiento, anonimización y auditoría. Además, se plantean medidas como:

  • Interoperabilidad transparente: que el paciente pueda mover sus datos entre plataformas.

  • Limitación comercial: prohibir la venta o uso publicitario sin consentimiento explícito.

  • Supervisión estatal y auditorías independientes.

Pero también hay una dimensión social: solo el 37% de los usuarios lee las políticas de privacidad, según Iberbarómetro Digital. En la práctica, millones entregan información médica a cambio de comodidad.


Un futuro en disputa

La digitalización de la salud promete prevención temprana, diagnósticos más rápidos y mejor calidad de vida. Sin embargo, sin regulaciones claras, el cuerpo puede convertirse en la materia prima del próximo gran negocio tecnológico.

La batalla por los datos de salud ya empezó. La pregunta es si serán un instrumento para empoderar a los pacientes o un recurso controlado por corporaciones que saben más de nosotros que nuestros propios médicos.

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