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La Otra Mirada: ¿automovilismo en los Juegos Olímpicos?

Cada vez que se desarrollan los Juegos Olímpicos, el mundo del automovilismo se pregunta si debiera competir allí. Mirá el informe de La Otra Mirada

La Otra Mirada: ¿automovilismo en los Juegos Olímpicos?
La Otra Mirada: ¿automovilismo en los Juegos Olímpicos?

El mundo del deporte se sacude cada vez que irrumpen los Juegos Olìmpicos. Todas las disciplinas marcan su era con la llegada de cada celebración olímpica. Pese a su popularidad, el deporte motor transita su andar al margen del movimiento de los cinco anillos. ¡Cuál es la relación entre el automovilismo y los Juegos Olímpicos?

La polémica suele instalarse casi a la par del encendido del pebetero. Y pese a los reiterados intentos por involucrar al motorsport dentro de la agenda olímpica, hay algunos vínculos entre ambos. No es de ahora. Este planteo tiene larga data. El barón Pierre de Coubertin quería realizar los Juegos Olímpicos en París. No tuvo éxito en su gestión y buscó el mal menor: involucrarlos dentro de la Exposición Universal de la capital de ese año. Las competencias pasaron a ser parte de otras actividades.

 

 

 

 

 

Se incluyeron disciplinas poco convencionales, como cricket, vuelos en globo y deporte motor, que apareció con 14 pruebas de autos y dos de motos. Entre las diversas pruebas, hubo una suerte de rally, entre París y Toulouse. Abandonaron casi todos los participantes. Por aquellos años, 1300 kilómetros era una eternidad.

Alfred Velghe, con el seudónimo Levegh, fue el ganador absoluto con un Mors. Pero en la categoría Vouturette ganó un tal Louis Renault. En motos, Eugene y Michel Werner fueron los ganadores.

No fue la última vez que hubo un contacto entre el deporte motor y el olimpismo. Un par de veces más sucedió y ambas, casualmente, en Alemania, aunque se produjeron previo al inicio de los Juegos. En 1936, Elizabeth Haig recibió una medalla dorada por ganar el Rally Olímpico, a bordo de un Singer Nine Le Mans de seis cilindros, con Lambert como navegante.

En 1972, una competencia de largaa duración, comenzó en Kiel y finalizó en el estadio Olímpico de Munich. El navegante de la tripulación ganadora en un Alpine A110 era el francés Jean Todt, el mismo que cuatro décadas más tarde, ya como presidente de la FIA, firmaba la integración al Cómite Olímpico Internacional. 

El esfuerzo fue en vano. La carta olímpica es terminante: “Los deportes, disciplinas o eventos en los que el rendimiento dependa esencialmente de propulsión mecánica no son aceptables”

Quizá como una forma de acercamiento, o sólo como un esbozo de modificar el sistema, Bernie Ecclestone, el mandamás de la Fórmula 1, en 2008 propuso el sistema de medallas para premiar a los ganadores de los grandes premios. El título se definiría según la cantidad de medallas doradas, plateadas o de bronce. La idea ni siquiera fue tratada por la categoría.

Buenos Aires fue el lugar donde mayor acercamiento hubo entre el automovilismo y la corriente olímpica, cuando en 2018 hubo una exhibición de e-karts. Pero aquella experiencia aún no mostró sus frutos.

En caso de avanzar, ¿qué tipo de autos se utilizarían? ¿cómo se determinarían los pilotos? ¿Quiénes se clasificarían? ¿En qué circuitos se correría? ¿Los autos eléctricos son la única opción?

El automovilismo y los Juegos Olímpicos. Una sociedad que no prosperó. El espíritu olímpico no permite medios mecánicos por encima del rendimiento deportivo. Y la Fórmula 1, como máxima expresión del deporte motor, transita su camino, lejos de los anillos y del pebetero

 

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