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Canapino vs. Rossi: la rivalidad que el TC siempre necesita

Jerarquía, talento y dos pilotos que se sacaron chispas en San Nicolas. Agustín Canapino y Matías Rossi volvieron a darle protagonismo a un TC que se había acostumbrado a espectáculos con sabor a poco. El arte del ataque y la defensa, clave en la definición de un final electrizante.

Canapino vs. Rossi: la rivalidad que el TC siempre necesita
Canapino vs. Rossi: la rivalidad que el TC siempre necesita

El solo hecho de mencionar a Agustín Canapino y Matías Rossi ya implica hablar de jerarquía. Son dos apellidos que han marcado, y aún marcan, el pulso del automovilismo argentino. Con estilos distintos, con historias paralelas y con una rivalidad que nunca pierde vigencia, cada enfrentamiento entre ellos parece reavivar clásicos históricos que el Turismo Carretera necesita para volver a emocionar.

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Lo que ocurrió en San Nicolás, durante la final de la segunda fecha de la Copa de Oro 2025, fue un nuevo capítulo de ese duelo eterno. Canapino atacando con precisión quirúrgica; Rossi defendiendo con experiencia e inteligencia. El espectáculo fue realmente bueno, por primera vez en el año. Pero no se trató solo de nostalgia por lo que fueron, sino de una clara muestra de lo que todavía pueden dar.

Canapino atraviesa, probablemente, uno de los mejores momentos de su carrera en el TC. No solo por resultados, sino por influencia. Es el piloto más involucrado en lo técnico, el que más empuja por una evolución real de la categoría. Se nota su paso por la IndyCar, su profesionalismo, y también la huella imborrable de Alberto Canapino, su padre y mentor. Hoy es el emblema indiscutido de Chevrolet, heredero del rol que durante años sostuvo Guillermo Ortelli.

Rossi, en cambio, esta vez viene desde atrás. Su año fue difícil, sin una herramienta a la altura de su talento. El Toyota Camry oficial no estuvo acorde a su talento, y su rendimiento fue opacado incluso por su compañero Otto Fritzler, quien terminó ganando en Posadas y metiéndose entre los doce protagonistas principales de la Copa de Oro (Rossi está entrando como uno de los 3 de último minuto). Pero el “Misil” nunca se esconde. Y cuando el auto acompaña, su vigencia salta a la vista. En San Nicolás lo demostró, incluso perdiendo: corrió de igual a igual ante el mejor Canapino; y eso, en este momento, no es poca cosa.

Fue, además, una de las pocas veces en el año donde Rossi tuvo un auto verdaderamente competitivo, con chances reales de ganar. Y Canapino, con esa maniobra en la vuelta 23 (de 25), le arrebató no solo el triunfo, sino también una oportunidad clave para meterse de lleno en la pelea por el campeonato. En el sistema actual, uno de los requisitos fundamentales para aspirar al título es tener al menos una victoria, y Rossi aun no la tiene. De esta manera, Canapino le impidió a un potencial rival directo sumar ese triunfo necesario que lo hubiera puesto en otra dimensión dentro de la Copa de Oro.

Ahora bien, sería injusto quedarse solo con los elogios. Porque si bien ambos tienen un lugar ganado en la historia, su presente todavía está en construcción. Rossi necesita un auto más competitivo de cara al cierre del campeonato, y Toyota Gazoo Racing junto al Pradecon tienen la obligación de brindárselo si pretenden pelear en serio. Y Canapino, aunque es sólido y contundente, no puede relajarse: ser el mejor también implica sostenerse en lo más alto sin margen de error, con los “pies sobre la tierra”, como dice el propio piloto.

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Lo de San Nicolás tuvo un condimento especial: los nombres que peleaban adelante. Canapino y Rossi no solo corren bien, también cargan con una historia que le da un peso diferente a cada maniobra. Pero eso no puede ser un hecho aislado. La categoría debería trabajar para que estos espectáculos no sean la excepción, sino la regla. Porque si recién en la fecha doce aparece una final vibrante, es claro que algo no se está haciendo del todo bien. El TC tiene historia, tiene figuras, tiene público. Solo falta que todo eso se combine más seguido, dentro de la pista, para recuperar ese nivel que alguna vez lo hizo inigualable.

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