Límite de Pista
Geoingeniería: enfriar el planeta, ¿solución científica o riesgo global?
Desde reflejar la radiación solar hasta capturar dióxido de carbono a gran escala, la geoingeniería emerge como respuesta extrema al cambio climático. Qué proyectos existen, qué dice la ciencia y por qué despierta tanta preocupación.
Ante el avance sostenido del calentamiento global y la lentitud de las reducciones de emisiones, un grupo de científicos y gobiernos comenzó a mirar opciones que hasta hace poco parecían ciencia ficción. La geoingeniería, un conjunto de técnicas para modificar deliberadamente el sistema climático de la Tierra, promete enfriar el planeta o retirar CO₂ de la atmósfera. Pero también abre un debate profundo sobre riesgos, gobernanza y consecuencias imprevisibles.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) reconoce que algunas de estas tecnologías podrían contribuir a limitar el aumento de la temperatura, aunque advierte que no reemplazan la reducción de emisiones y conllevan altos niveles de incertidumbre.
Reflejar el sol: enfriar la Tierra desde la estratósfera
Una de las propuestas más controvertidas es la gestión de la radiación solar. La idea consiste en liberar aerosoles reflectantes en la estratósfera para desviar parte de la luz solar, imitando el efecto de grandes erupciones volcánicas que históricamente provocaron descensos temporales de temperatura.
Modelos climáticos muestran que esta técnica podría reducir rápidamente el calentamiento global. Sin embargo, los riesgos son significativos: alteraciones en los patrones de lluvia, posibles impactos sobre los monzones y una dependencia tecnológica peligrosa. Si el sistema se interrumpe abruptamente, el planeta podría experimentar un “rebote térmico” aún más severo.
Además, no reduce la concentración de CO₂, por lo que problemas como la acidificación de los océanos continuarían agravándose.
Capturar carbono: atacar la causa, no el síntoma
Otra rama de la geoingeniería se enfoca en la remoción de dióxido de carbono. Incluye tecnologías como la captura directa de aire (DAC), la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS) y soluciones basadas en la naturaleza, como la restauración de bosques y suelos.
Empresas y gobiernos ya invierten en plantas piloto capaces de extraer CO₂ del aire y almacenarlo bajo tierra. El desafío es la escala: hoy estas tecnologías capturan millones de toneladas anuales, mientras que las emisiones globales superan las 35.000 millones de toneladas por año. Además, los costos energéticos y económicos siguen siendo elevados.
¿Quién decide intervenir el clima?
Más allá de la viabilidad técnica, la geoingeniería plantea un dilema político sin precedentes. No existe un marco internacional claro que regule experimentos a gran escala capaces de afectar el clima global. Una decisión unilateral podría beneficiar a algunas regiones y perjudicar a otras, exacerbando tensiones geopolíticas.
Científicos advierten sobre el llamado riesgo moral: confiar en estas soluciones podría reducir el compromiso con la descarbonización, la única estrategia con consenso amplio y beneficios comprobados.
Una herramienta extrema para un problema extremo
La geoingeniería no es una solución mágica, pero tampoco puede ignorarse. En un planeta cada vez más caliente, la ciencia explora opciones de emergencia. El consenso actual es prudente: investigar, debatir y regular, sin perder de vista que enfriar la Tierra artificialmente nunca será más seguro que evitar que siga calentándose.
